
Esta fotografía ha sido enviada por Blás Mendez, y retocada debido a la belleza de la misma para darle mayor calidad, por Ernesto Abad. Mi agradecimiento a ambos antiguos artilleros, asiduos colaboradores de este blog.
¡Que pena comprobar como la desidia y despreocupación de algunos, permiten que ocurran estos atentados contra la arquitectura y la historia. ¿Ninguna autoridad, civil o militar, puede poner freno a este crimen? ¿Nadie alza la voz, ante tanta destrucción sin sentido?
Si alguien se fija, en el parterre de la derecha, hay una palmera, no muy alta, y sí bastante gruesa.
ResponderEliminarPues la tal palmerita la trajo de chiquitita, en una maceta el menda que, con sus manos, la plantó en ese sitio. Fue en noviembre de 1958.
Cte. Fernando Barón
Otra pequeña historia del Regimiento:
ResponderEliminarLos que desde 1972 hayan pasado por el 14 habrán conocido los jardines del patio central con unos parterres de césped muy cuidados. Anteriormente no estaban así.
La historia es esta: El patio con sus jardines eran una selva donde no faltaba más que Tarzán. Eran sucios, con maleza, de plantas ornamentales, nada de nada, y asomando a las lindes del patio, unos matojos como de metro y medio de alto que ensuciaban todo.
Érase (como en los cuentos de niños) el Tte. General Castañón de Mena, Ministro del Ejército, amigo del Coronel del Regimiento, don Manuel Esquivias. Para ir a revistar no sé qué del sur o Plazas de Soberanía, decidió decirle al Coronel si lo invitaba en el 14 a tomar café, antes de embarcar en los helicópteros que habían de trasladarlo a él y su séquito. Dicho y hecho.
Toman café y aparecen las "panarras" - que era como los del 14 llamábamos a estos artefactos - .
Toman en el patio central, eran dos, y empiezan a salir ratas, pero regimientos de ellas, de los matojos corriendo por el patio para esconderse Dios sabe dónde.
A partir de ese momento, el Capitán Barón recibió la orden terminante de acabar con aquella selva y sus ratas respectivas. Con el mulo mecánico que había, se gradearon todas las zonas y aprovechando sus buenas relaciones con el Club Pineda, se trajeron de allí tepes que se fueron plantando, y una cantidad enorme de fiemo de los caballos que ya se sabe que es muy limpio de hojas malas porque el caballo digiere todo, no como las vacas.
A los dos o tres años, el patio estaba precioso. Se les puso unos aspersores que mantuvieron la grama en perfectas condiciones, invierno y verano.
Cte. Fernando Barón