lunes, 20 de abril de 2009

LA ANÉCDOTA DE LA BICICLETA


Llegó la noticia de la visita del Capitán General, apenas faltaba dos días para ella, y había que empezar a dejarlo todo impecable. Como siempre, el coronel que suplía su baja estatura con su carácter serio y enérgico, dio la orden a los jefes de Grupo, y estos a sus capitanes de Batería.
¡Vamos, “zafarrancho de limpieza”!, había que distribuir al personal por sectores. El sargento tal con su pelotón a la zona de talleres, el sargento cual a los alrededores de cocina y comedor, otro con su equipo al gimnasio, capilla, y hangares, todo debe de estar listo, y preparado.
Algunos mandos miraban el reloj de reojo, viendo como pasaban las horas, y el trabajo no acababa, fieles a la consigna de su capitán: “En mi Batería, no hay frontera entre el día y la noche”.
Pero la realidad, es que cada uno tenía su vida, su familia, y esta esperaba muchas noches con impaciencia, la llegada del padre y marido, que no disponía en ocasiones ni de tiempo de avisar del motivo de su tardanza.
Aquel día no atacaba el enemigo, ni había que preparar a toda prisa unas maniobras inminentes, ni siquiera tocaba la jornada semanal de instrucción nocturna, cosa muy habitual por la época. La razón de las interminables horas dedicadas a la Patria, era la limpieza.
Cuando todo estuvo a punto, el coronel recibió las novedades correspondientes, y se dispuso a pasar revista, acompañado de sus más fieles subordinados, para comprobar que todo se encontraba en perfectas condiciones de estado y limpieza, para ser visitado por el General.
Recorrió cada recoveco del cuartel, observó cada rincón con lupa, intentando encontrar un pequeño fallo, una pequeña colilla, un olvidado papel, un arrugado paquete de tabaco, cualquier motivo, para ordenar de inmediato que se reiniciara la limpieza. Mientras tanto, los mandos intermedios, esperaban en su lugar de responsabilidad, el visto bueno del Jefe de la Unidad, suspirando con alivio cuando este pasaba con su aprobación, para poder retirarse junto con su pelotón, eso sí, con la satisfacción del deber cumplido.
Pero casi al final de la mencionada “revista de policía”, y al pasar junto a la Sala de Suboficiales, el coronel extrañado, comprobó como una misteriosa bicicleta, se encontraba apoyada en sus muros. ¿Qué diablos hacía allí aquel artefacto, sin que nadie hubiese caído en la cuenta de su presencia? ¡No era una colilla, no era un papel, nada menos que una enorme bicicleta, adornaba el lugar. Cosa ilógica, ya que no estaba autorizada a estar ahí.
Nadie en su afán de limpieza, se había percatado, a pesar de sus grandes dimensiones.
El coronel lleno de ira, se dirigió a sus comandantes, preguntando a quien pertenecía la dichosa bici. Estos llamaron a sus capitanes, que acudieron de inmediato. Al más moderno de ellos, le tocó entrar al bar de suboficiales, ordenando que el dueño de la bicicleta, saliera a dar una explicación al coronel.
En aquel momento, un sargento se echó las manos a la cabeza en señal de olvido. Salió algo acojonado ante la que se le avecinaba, sabedor del conocido genio del coronel, pero muy seguro, pues para ello le avalaba unos buenos años de servicio.
El suboficial, hombre de fácil palabra, disciplinado y respetuoso, pero muy estricto a la hora de exigir para él, el mismo trato, que él otorgaba a los demás. Destacaba por su corpulencia y altura.
Antes de llegar al coronel, este le espetó: ¿es tuya esta bicicleta?
¿Se puede saber, que coño hace este trasto aquí, cuando estoy pasando revista de limpieza?
Se me ha olvidado retirarla mi coronel, pero si es por limpieza, no se preocupe, pues como usted puede apreciar, desde el manillar hasta la rueda trasera está reluciente.
El coronel, viendo lo “simpatía” que desbordaba el sargento, intentó seguirle el juego y continuó en tono bromista:
Sabrá usted que nada de lo que hay en este Acuartelamiento, es de uso personal, todo es colectivo, por lo que su bicicleta podría ser usada por cualquiera de nosotros, si así lo deseamos. Por lo que no creo que le importara, que me diese una vueltecita con ella por el cuartel, y de ese modo, acabaría de pasar revista más rápidamente.
En aquel momento, al sargento le entró una risa incontrolada, que no pudo reprimir, ante la extrañeza del coronel, que no daba crédito a su actitud.
Su risa es una falta de respeto, ¿se puede saber que le hace tanta gracia?
Disculpe usía, simplemente que por un momento, me lo he imaginado subido en mi bicicleta, sin poder llegar a los pedales.
En ese momento todos los asistentes, miraron la enorme bicicleta y la diferencia de altura entre sargento y coronel, se miraban entre sonrisas, que intentaban disimular, mientras el jefe de la unidad no supo contestar.
Solo acertó a decir en tono amenazante pasados unos segundos: - Mañana a primera hora, se presenta en mi despacho, verá como el que no llega a los pedales durante un tiempo es usted.
A la orden, contestó el sargento, al tiempo que montaba en su bicicleta camino de la puerta principal.
¡Y bájese de ese maldito trato, hasta que no salga del Acuartelamiento!
Solo fue una forma de acabar la conversación, pronunciando él, la última palabra, para que quedara claro quién mandaba. Pero la anécdota ya se había producido, y sería el comentario general en los próximos días.

2 comentarios:

  1. Pues voy a relatar otro caso relativo a una revista al Regimiento completo cuando tomó el Mando del mismo el Coronel don José Barón y Mora-Figueroa en 1968.

    Éste, que había llegado al mismo eh 1934, y había pasado por allí en todos los empleos, se sabía la historia y milagros del 14 a fondo.

    Después de los actos de entrega y recepción del Mando, el Coronel y el saliente con Mandos de Grupos y Capitanes de Baterías, van a visitar y revistar las distintas dependencias y locales.

    En determinado momento, le pregunta a los del séquito: ¿ Dónde tenéis a la gata "paría" ? Contestación: Por Dios, mi Coronel, ¿Cómo cree Vd. que vamos a tener una gata con sus gatitos en un día como éste ? Se calló el Coronel y siguió visitando los distintos locales.

    Al llegar a una de las "cuadras" antiguas que había acondicionado el III Grupo para meter allí los tractores y sus piezas - teniendo que agrandar las puertas, nos tocó una temporada de albañiles -, en una esquina de la cuadra había seis o siete carritos, para llevar munición de cañón y sus respectivas cargas, cubiertos por una lona, que eran remolcados por los jeeps o las Dodges. Dice el Coronel: Destapadme la lona de este.

    ¡¡¡ Allí estaba la gata con sus cuatro gatitos !!!

    ...
    Y luego, incontinente,
    Calóse el chapeo, requirió la espada,
    miró al soslayo, fuese ... y no hubo nada.
    "Al túmulo de Felipe II en Sevilla". Don Miguel de Cervantes Saavedra.

    El Coronel Barón no dijo ni media palabra mientras los demás quedamos abochornados mientras nos preguntábamos: ¿Cómo demonios sabía lo de la gata ?

    Fueron muchas horas las que este Coronel había vivido en el 14.

    Cte. Fernando Barón

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  2. Antes, El Coronel Barón en el cuartel. Ahora en el campo.

    Anécdota en días de tiro en Cerro Muriano: a pesar de ser solamente Capitán de la 4ª, yo controlaba el tiro de todo el Grupo. El Coronel Barón, con su Jefe de Instrucción, unos Capitanes no actuantes, operadores de radio, conductores, etc., estaban en una zona próxima a la de objetivos. Me señalan desde allí uno a batir, no muy lejano a ellos, y yo ni corto ni perezoso, y por una discrepancia con el FDC (Fire Directer Center) por parte mía, di una situación equivocada, me eché “p’alante” y mandé “ Fuego en salva” al Grupo. La tal salva de 12 disparos cayó a unos 200 ms. de aquellos. De aquel grupo de gente, todos menos uno se tiraron a tierra, a varios le entraron las varas de las jaras por los ojos o por atrás; algunos vomitaron, otros no sé si se cagaron. El Coronel quedó de pie y les indicó que ahora los artilleros no estábamos acostumbrados a que recibiéramos fuego enemigo. (Él sí lo estuvo durante toda su guerra, y mandando el Escalón de Fuego de su 4ª Batería, en Carabanchel Alto, - 6 de nov. de 1936 - rechazando por el fuego un ataque de 11 carros enemigos, le cayó un pepino de 155 mm. entre los pies que no explosionó pero que sí lo volteó para atrás. Su Capitán y hermano mayor, Fernando, le gritó desde el Observatorio cercano: ¡ Sube, que vamos a celebrar tu nacimiento !).

    No sé si alguno de los que leen asiduamente este magnífico blog, formaría parte entonces del grupo que recibió tal "fuego enemigo"

    Cte. Fernando Barón

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