Cuando algo se hace norma, sin conocerse el motivo aparente, o éste no está justificado, o cuando cierta acción, se realiza de forma automatizada, sin detenernos a reflexionar, que lo que hacemos, es por costumbre, careciendo de sentido lógico, pero perdura a través de los tiempos, sin que nadie acierte a justificarlo, solemos emplear, la famosa y típica frase cuartelera, de “esto se va a quedar como el banco pintado”.
Cuenta la leyenda, que en cierto cuartel, un buen día, decidieron pintar un banco del Patio de Armas. El Capitán de Servicio, le ordenó al Oficial de Guardia, que colocase a un Soldado junto al mencionado banco, durante el tiempo que tardara la pintura en secarse, para evitar que alguien se sentara en él, y se manchara.
El Oficial se lo comunicó a su Sargento, que solícito envió a un componente de la guardia, colocándose este, justo al lado del recien pintado banco, prohibiendo su uso.
Se ve que la pintura tardaba en secarse, y a las dos horas, el Soldado fue relevado por otro, y así hasta que amaneció el siguiente día. Cuando llegó la guardia entrante, y se dispusieron a realizar el relevo, el Oficial y Suboficial salientes, olvidaron decirle a los nuevos, que cuando se terminara de secar el mencionado banco, se suprimiera dicho servicio.
Desde ese día, cuando había de realizarse el relevo de las garitas y demás plantones, los jefes de la guardia, distribuían automáticamente a los centinelas, entre los cuales se encontraba uno, que había de permanecer junto al banco, ¿a vigilar que?
Cierto día, un General, anunció una visita a dicho cuartel. El Coronel al mando, se preocupó de que con anterioridad, todo estuviese bien limpio y ordenado, dispuesto para ser inspeccionado por el superior.
Cuando llegó el mencionado General, la guardia formó uniformada perfectamente, y recibió las novedades del Oficial, que llevaba días preparándose para dicho acto.
El Coronel salió a recibirle, y tras el desfile de la unidad, se dispuso a mostrarle el Acuartelamiento, todo orgulloso, por el maravilloso estado en que se encontraba.
Le enseñó la cocina, los dormitorios de los soldados, la cantina, los vehículos y armamento, y el General se mostraba encantado del orden y eficacia de la unidad. Pero justo cuando se disponía a enfilar la puerta para su marcha, se encontró con un Soldado en una esquina del patio. El muchacho que se encontraba con su fusil, al ver acercarse al General, adoptó la posición de firme, y le saludó enérgicamente.
El General le preguntó: Soldado ¿cuál es su misión?, a lo que éste no supo responder, guardando silencio, y mirando nervioso a su Coronel. Entonces el General le hizo la misma pregunta al Coronel que le acompañaba, como manda las Ordenanzas a su izquierda y un paso atrás. Este sonrojado, tampoco supo contestar, a lo que de inmediato, solicitó la presencia del Oficial de la Guardia, para que le sacase de tal apuro, y contestase a la pregunta del visitante. El Jefe de la Guardia, solo acertó a decir, que se venía haciendo desde hace tiempo, pues creía recordar, que en su anterior guardia, también colocó durante ella, a un Soldado en ese mismo lugar, y que él llevaba en la Unidad un par de años, y siempre se había hecho de ese modo.
El General, no satisfecho con la explicación, y extrañado, ordenó investigar el motivo de aquel centinela.
Se dice que la visita del General, se realizó en la década de los setenta, y que la última vez que se pintó el banco, fue a principios de los cincuenta. Conclusión, durante más de veinte años, había estado puesto un Soldado junto a un banco, esperando que la pintura de este, se secara.
Todo el mundo habla que sucedió en su cuartel, que el banco es el que preside su patio de armas, todos quieren sentirse un poco protagonistas de la historia, hasta yo que la estoy contando después de que otros muchos ya lo hayan hecho, cada cual a su manera.
Pero la realidad, es que el banco pintado existió en algún lugar, y que sirve de ejemplo para detenernos a meditar, sobre la cantidad de cosas incongruentes que realizamos por inercia, simplemente porque ayer también las hicimos.
¡Cuántos dichosos bancos pintados existen a nuestro alrededor, y seguimos vigilándolos una vez secos!
Antonio Lozano Herrera
Cuentan que, cuando un conocido gurú se sentaba en el templo a pronunciar sus oraciones, un gato del vecindario solía entrar y distraía a los congregados. Esto hizo que el sacerdote finalmente ordenara que se atase al felino en una columna durante el servicio divino. Cuando el gurú hubo fallecido, el gato siguió atado durante las oraciones. Muerto el animal, los fieles trajeron al templo otro gato, al cual ataban mientras tenía lugar el culto. Siglos después los discípulos del gurú escribieron sesudos tratados sobre la significación litúrgica de atar un gato a la columna durante el servicio divino.
ResponderEliminarEste cuento sufí tiene alrededor de 2000 años.
Expresiones milenarias varias.
Gracias Juan Luis, mi amigo jerezano Capitán Escarlata por tu cuento tan acorde con la leyenda del banco pintado. Como bien explicas, al buen gato le paso lo mismo que al artillero que vigilaba el banco. Tu cuento demuestra, que lo del banco pintado, tiene su origen en otros muchos ejemplos muy anteriores. Lo triste y la moraleja que encuentro, es que aún hoy en día, existen muchos gatos atados a columnas sin saberse el motivo exacto.
ResponderEliminarUn abrazo mi Capitán Escarlata.
Enhorabuena Antonio por la progresión del blog, mejora día a día, y no es de extrañar con las últimas incorporaciones de seguidores.
ResponderEliminarAunque sea otro tema, imagino que también será una leyenda cuartelera el llamar a un puesto de la guardia “la garita de la muerte”, creo recordar que el RACA era la garita cuatro, pero creo que no era exclusiva de nuestro cuartel y también las había en otros cuarteles; si alguien conociera el origen de este nombre, podría ser interesante el conocerlo.
Saludos a la Bia.
Amigo Abad, el tema de la garita de la muerte lo estoy escribiendo, y lo publicaré un día de estos, cuando recopile algunos datos que tengo pendientes. Pienso que como bien dices, merece un capítulo en el blog.
ResponderEliminarGracias por el comentario, y un fuerte abrazo.