martes, 19 de mayo de 2009


“AQUEL INOLVIDABLE Y FIEL PISTOLO”
Todas las tardes, merodeaba hambriento por los alrededores del Cuerpo de Guardia, buscando algún chusco de duro pan caído. Jugueteaba con los soldados, dejándose acariciar y haciendo agradables, aquellas calurosas guardias del verano del 94 en tierras Balcánicas. Se le veía llegar con paso cansino, con los huesos marcados, por el polvoriento camino que accedía a nuestro Destacamento.
“Pistolo”, era un perro de un bonito color canela, que se confundía con aquellos “sacos terreros”, que nos protegían de un posible ataque enemigo. Era noble, dócil y confiado. El no entendía de armas, guerras, ni enfrentamientos, y mucho menos de religiones, y etnias. El no era croata, ni serbio, ni musulmán, era solamente un perro vagabundo, cuyo objetivo diario, como el de muchas personas en aquel mísero lugar, era sobrevivir. Durante las interminables noches de vigilia, nos acompañaba en nuestras rondas, y avisaba ante la presencia de algún desconocido.
Era listo, pero inocente como un niño. Recuerdo aquel día que te colaste sin hacer ruido, sin que nadie notara tu presencia. Solo yo que estaba de servicio, y que tenía orden de no dejarte pasar, te pude ver, pero conocedor de tus intenciones, hice la “vista gorda”, anteponiendo el cariño que te tenía, al cumplimiento de las órdenes recibidas.
Te vi sigilosamente cruzar el cuerpo de guardia, me miraste al pasar por delante, con unos ojos de tristeza, que me resultó imposible negarte la entrada. Era la hora de la comida, y algunos soldados, corrían con sus bandejas camino de la cocina. Tú, seguiste aquel rastro con olor a carne recién hecha. Como buen combatiente, te confundías con el terreno, junto a la espinosa valla de seguridad, y avanzabas casi restando, evitando las miradas de aquellos, a los que solo les preocupaba en aquel momento saciar su hambre. ¡A ti te iban a hablar de hambre!
Te perdí de vista, pero sin necesidad de verte, sabía lo que te proponías. Cuando de nuevo apareciste, venías corriendo perseguido por unos cuantos soldados, esquivando las piedras que te lanzaban, y con una enorme y sabrosa chuleta en la boca. Me alegré cuando supe que la habías tomado del suelo, aprovechando el descuido de un novato ranchero, al que se le había caído de la perola.
- ¡Mi brigada que no escape!, me gritaban tus perseguidores, cuando huyendo despavorido, pasaste junto a mí.
¿Cómo? Pregunté yo, haciéndome el sordo, y viendo como corrías satisfecho con tu presa entre los dientes.
Pero ¡sorpresa!, después de tu arriesgada aventura, de tu gran infiltración al más puro estilo guerrillero, que ni un "boina verde", de los que tenía en mi profesional guardia, lo hubiese hecho mejor, te encontraste de bruces con una madre angustiada con un pequeño en sus brazos, y seguramente con su marido en el frente. Esta te esperaba en la puerta, con más hambre aún que tu, para de un tirón arrebatarte ese trozo de carne, que tanto esfuerzo te había costado conseguir. Yo la vi, como sin detenerse a limpiarlo, se lo llevó a la boca. Tú no hiciste nada, ni siquiera intentaste recuperarlo, solo te limitaste a correr más aún, ante el peligro de que después de la chuleta, fueras tú, quien saciaras el hambre de aquella escuálida mujer. La impotencia me dominaba, no podía hacer nada por ella. Teníamos prohibido ofrecer comida, para eso estaban las O.N.G. que afortunadamente abundaban por el sector.
Pero si me había saltado la orden con “Pistolo”, ¿Porqué no hacerlo con aquella madre desesperada? Tome algo de fruta que siempre había en el cuerpo de guardia, y se la ofrecí junto a un chusco del día anterior. Ella se me quedó mirando fijamente, pude ver unos ojos cansados, en un rostro joven, al que la maldita guerra había envejecido prematuramente. La vi alejarse sin dejar de repetir, ”hvala”, “hvala”.
Al atardecer de ese sábado, se escucharon disparos. Envié a la patrulla a comprobar su origen y me informaron que se trataba de una boda. ¡Si, como suena!, estaban celebrando una boda, y como no había petardos, pues nada mejor que sacar el kalashnikov AK-47, y empezar a disparar al aire munición del 7,62. Con el tiempo, llegamos a acostumbrarnos a tan extraña forma de festejos.
Llegó la noche, y en unas de las novedades que recibí de la patrulla exterior, me comunicaron que habían encontrado tu cuerpo, abatido con varios impactos de bala. Intenté acercarme para verte, para despedirme de ti, pero no podía abandonar mi puesto como Jefe de la Guardia. Solo me limité a pedirles que te taparan, para evitar que fueras víctima de los carroñeros.
Seguramente, algún despiadado francotirador aburrido, se había entretenido practicando su puntería sobre el inocente animal, o puede que algún incontrolado invitado a la boda, ciego de rakia, se cansara de disparar al aire, y decidiera hacerlo sobre “Pistolo”. Pero la realidad es que aquella aciaga noche, mi amigo, mi compañero, mi querido Pistolo había muerto, con toda seguridad, buscando algo de comida para seguir subsistiendo. Desde aquel día, durante cada guardia, esperaba tu llegada, por aquel polvoriento camino, para acariciarte. Hoy, después de quince años, aún te recuerdo "Pistolo".
Subteniente de Artillería
Antonio Lozano Herrera

1 comentario:

  1. Malditos hijos de satanás,... hombres embrutecidos,... yo tengo perro,... es mi amigo,... puedo entender que lo quisiera y que lo eche de menos,... nunca hay justificación ante un crimén así.

    JL

    ResponderEliminar