martes, 18 de agosto de 2009

CON CARIÑO PARA MI CABO FURRIEL IRANZO Y MÓNICA





Corría el auto por la autovía con dirección a Gerona para visitar a unos queridos familiares, que no veía desde muchos años atrás. Aunque hacía poco que había almorzado, en mi estómago se escuchaba un extraño runruneo, seguramente de nerviosismo, porque el día anterior al trazar el recorrido en el mapa, comprobé como la casualidad quiso, que la ruta pasara junto a Utiel, el pueblecito valenciano, donde vive mi antiguo artillero, el Cabo del 82-2º y Furriel de la Batería de Servicios Manuel Ramos Iranzo. Sí, el mejor amigo del loro Chano (mascota del IIº Grupo), al que llegamos a ascender oficialmente a Cabo 1º.
Al llegar a las proximidades de la localidad, le dije a mi mujer que conducía, que entrara en el pueblo. Ella conocía mis intenciones. Deseaba darle una sorpresa a Manolo después de tanto tiempo, nada menos que 27 años sin verle. La incertidumbre me oprimía el pecho, a la vez que me producía ese pequeño pellizco en el estómago.
Paramos en una cafetería, y desde la misma le llamé:
- Manolo, soy yo Antonio Lozano.
- ¡Hombre como te va mi sargento! (fue su respuesta creyendo que me encontraba en Sevilla).
Miré por la ventana del local y le dije:
- Manuel, ¿en Utiel hay una Cooperativa Vinícola?
- Si, ¿Porqué?
- ¿y enfrente una cafetería? Insistí.
- Sí, pero ¿cómo lo sabes?
- Pues te espero aquí con mi mujer, para tomarnos un café y charlar un rato.
- ¡No puede ser! ¡no me digas que estás en Utiel!
- Tu ven a la cafetería a comprobarlo.
Mientras esperaba, conecté el portátil, y me dispuse a contemplar aquellas fotografías de principios de los ochenta, donde aparecía un mocetón alto y delgado, con su galón de cabo en el hombro, y con el loro Chano en el brazo.
Al poco se abrió la puerta, y te vi entrar acompañado de tu pareja Mónica. Esa maravillosa mujer que comparte su vida contigo.
Nos fundimos en un emocionado abrazo, como solo se dan los viejos amigos, y después del saludo inicial, vinieron las presentaciones. Hablamos de mili, de tiempos pasados añorados y nostálgicos, pero también de la actualidad, de tus problemas de salud, pero se con seguridad, que con tu fuerza, lucha y coraje sabes combatir a diario, porque a un viejo artillero como tu, no hay enfermedad ni dolencia que le venza. Te vi con tus pequeñas limitaciones, pero fuerte como un toro, y lo que es más importante repleto de ilusión, con el apoyo físico y moral de tu inseparable compañera Mónica. Comprobé como los ojos te brillaban como a un niño, recordando anécdotas de un tiempo que se fue, pero que sigue intacto en tu mente, y luchas porque no pasen al olvido. Y el motivo es porque para ti, la palabra amistad esconde un significado puro y sagrado, crees en ella ciegamente, a pesar de los palos que la vida te ha dado. Por eso, tus vecinos te quieren (comprobé al salir como todos te saludaban con cariño), y aún hoy después de tantos años, sigues en contacto con tus viejos amigos de aquel IIº Grupo del RACA 14.
Mientras yo te enseñaba fotos de aquella lejana etapa de nuestra vida, tu me mostraba los nombres de aquellos que el fin de semana siguiente, os ibais a reunir muy cerca de allí, para celebrar el “IIIº Encuentro de Antiguos Artilleros”. Te vi feliz, diciéndome los que iban a venir, sus apodos de la mili, quien acudiría solo, y quien con su pareja, y los que por distintos motivos imprevistos, no podrían acercarse. Tu, con esa ilusión por el compañerismo que siempre te acompaña, te habías encargado de organizar la comida, y del alojamiento en el camping, de aquel bonito pueblo muy cerquita de tu localidad llamado Villargordo del Caudiel. Me preguntaste que cuando volvía de mis pequeñas vacaciones, y al decirte que el sábado, me invitaste a que os visitara y compartiéramos juntos aquella comida. Sabías la sorpresa que se llevarían mis queridos artilleros, al verme después de casi tres décadas. Y pensé que al almuerzo no podría asistir, pero ¡cómo puedía a la vuelta, pasar a pocos kilómetros de donde se reunía mi tropa, y no abrazarlos. Te puedo asegurar porque soy observador, que durante nuestra emocionada charla, comprobé varias bonitas miradas de complicidad entre Mónica y tu. Ella te observaba en silencio, sin interrumpirte, cuando le contabas aquellas cosas de la mili, y los recuerdos cuarteleros que aun te quedan de aquella etapa, y en sus ojos aprecié, que al igual que tu, se encontraba emocionada, compartiendo tu alegría. Y tanto mi mujer como la tuya, sonreían cada vez que al dirigirte a mí, empezabas todas las frases con “mi sargento”, como si el tiempo no hubiese transcurrido, como si el reloj se hubiese parado en aquel lejano 1983. Y os volvíais a mirar, como solo los ojos de dos personas plenamente enamoradas, son capaces de mirarse.
Pasaron un par de hora y llegó el momento de la despedida, aún me quedaba la mitad de un viaje de mil cien kilómetros. Nos encontrábamos a la mitad del camino, y la noche se nos echaba encima. Nos abrazamos y te prometí que a la vuelta, aunque no pudiesemos asistir a su comida de Hermandad, haría lo imposible por saludarles a mi paso, y compartir con vosotros aunque solo fuese unos minutos. Con esa promesa te dije adiós Manuel, cuando me acompañaste a la salida de Utiel, para indicarme la dirección y continuar mi largo viaje.
Y ahora me rio yo, de aquellos que dicen que soy de pluma fácil. ¿Quién explica con palabras, lo que sucedió a la vuelta? Aun no me he repuesto, aún no he comenzado a escribir, y compruebo como no soy de pluma ligera, más bien de lágrima fácil, pues el papel, en este caso el teclado, se va humedeciendo solo con empezar a recordarlo.
Gracias Manolo y Mónica, porque el lunes 10 de agosto, supisteis dejar huella en nuestros corazones. Lo sucedido el sábado 15 a la vuelta, pertenece al siguiente capítulo. ¡Que alguien me ayude a escribirlo!

2 comentarios:

  1. El reloj, mi Señor, siempre se para en los mejores momentos de nuestra vida,... que pena,... no haber servido a Vuestras órdenes y a las del "Comandante" Barón.

    Expresiones levantinas varias.

    ResponderEliminar
  2. Pues si mi capitán, en nuestra artillería aun quedan hombres como mi Cabo furriel Manuel Ramos Iranzo, Aguistín Grimaldos, Melchor de la Viña, y un largo excetera. Aunque cada vez quedan menos. Con cien mil hombres en nuestro ejército con el patriotismo, compañerismo y lealtad de estos que he mencionado, no te quepa duda que tendriamos el mejor ejército del mundo.
    ¡Seguro!
    Un abrazo mi capitán Escarlata.

    ResponderEliminar