jueves, 20 de agosto de 2009







Sábado 15 de agosto, festividad de la Asunción de la Virgen María, circulo de vuelta de mis mini-vacaciones en tierras catalanas. Miro el reloj, son las 14.30 y compruebo como aun voy por Castellón. Sabía que en ese momento, mis artilleros se encontrarían celebrando su reunión, comiendo todos juntos, en el restaurante que mi amigo Manolo Ramos Iranzo ya había concertado. Todo estaría en orden, no faltaría ni un detalle ¡mi furriel es un fenómeno, para esas cosas!. Entre bocado y bocado, cerveza y buen tinto, estarían comentando aquellos meses que compartieron juntos a principios de los ochenta, en nuestro Regimiento de Artillería nº 14. Sacarían a la luz las novatadas a los nuevos (sapos en argot castrense), las formaciones en el Cuerpo de Guardia para salir de paseo, los arrestos “sin motivo” en Prevención, los servicios de guardia, cuartelero, retén o patrulla Pineda. Hablarían de aquellas interminables retretas, con la orden del día “descubrirse a la orden ¡ar!”, y al romper filas el grito de “¡una menos "pa" abuelo!”, los ratos en la cantina con las croquetas, chistorras y bocatas de Nieves y Paco, los escaqueos a la hora de la gimnasia. Repasarían el carácter de cada mando, como la mayoría eran de la Batería de Servicios, hablarían de los motores del M-109 y de los TOAS, de fontanería, electricidad, y mecánica, y reirían, reirían, y reirían, mientras alguno contaría algún chiste de la mili. Sus mujeres sonreirían, viendo a sus maridos disfrutar contando aquella anécdota, que tantas veces a oído, seguro que al final hasta cantarían nuestro himno artillero y puesto en pie entonarían “artillero, artillero, marchemos siempre unidos, siempre unidos”, y brindarían por la Artillería, por el ejército y por nuestro casi desaparecido RACA 14.
Me hubiese gustado estar con ellos, y aunque sabía que era imposible, me conformaba con poder llegar a verlos, a abrazarlos, a compartir aunque fuese media hora de su compañía. Y eso aliviaba mi ausencia.
Cuando el coche se iba acercando, llamé a mi furri.
-Manolo, estoy en Utiel.
-Vale mi sargento, sigue hacia Villargordo y en 15 minutos te espero en la gasolinera.
Así hice, y con tanta prisa que llegué antes que él, tal era mi ansiedad por verlos.
Al momento llegó un coche, lo conducía mi furri, al que había visto cinco días antes, y de acompañante mi querido artillero Agustín Grimaldos Sevilla. Sonriente como siempre, se bajó y se fundió en un emocionado abrazo conmigo. Estaba fuerte y grandote, y con la misma cara de bonachón que hace veintisiete años.
Mi amigo Manolo me dijo que le siguiera para llevarme al camping, donde se encontraba el resto del pelotón. Después de atravesar el pueblo y circular por una estrecha calzada llegamos a las cercanías de un pequeño lago, y junto a él, unas preciosas casitas de madera, perfectamente alineadas, como si de un pueblecito del lejano oeste se tratara. El lugar era precioso, y la tenue luz del sol que se encaminaba hacia el horizonte, le proporcionaba un aspecto romántico.
Llegamos, y al bajarme del coche totalmente desorientado, solo acerté a escuchar “firmes ¡ar!”. Miré y me llevé una de las sorpresas más agradables de mi vida.
Allí estaban en perfecta formación, mis hombres de los Reemplazos 81 y 82, todos perfectamente uniformados con aquella camiseta marrón, que habían mandado realizar para la ocasión. Al mando, mi Cabo 1º Galloso, cuya voz retumbaba en el silencio de aquel tranquilo y acogedor lugar.
-“A cubrirse ¡ar!”. “Derecha ¡ar!”, ¡Todos firmes, cabeza erguida y pecho fuera!, gritaba mi antiguo Cabo Primero. ¡eso era disciplina! No se movía una mosca.
-¡A sus orden mi sargento, sin novedad!
Allí se encontraban perfectamente alineados y firmes: Melchor de la Viña Segura 81/4º, Agustín Grimaldos Sevilla 81/6º, José Zamora Juidiaz 81/6º, Carlos Pérez García “el peluca” 81/8º, Ricardo Egea Ruiz 81/8º, Fernando Herrero Canal 81/8º, José Peris Bielsa 82/2º, Felipe Carretero Picatoste 82/2º, y al mando, el Cabo 1º José Luís Galloso Carreras 81/6º.
Me quedé en blanco, por un momento pensé en ordenar descanso y pasarles revista. Pero estaba seguro que todos, absolutamente todos, estaban en perfecto estado de policía. Por lo que solo se me ocurrió saludar militarmente (sin gorra por primera vez en mi vida, pero la ocasión lo exigía). -“Gracias mi Primero, rompa filas”.
-Artilleros, ¡rompan filas! ¡ar!
En ese momento se oía la voz de mi furri Manolo Ramos Iranzo del 82/2º, que gritaba, espera Galloso que falto yo. (Como venía en el coche indicándome el camino, no le había dado tiempo a formar).
El, con toda la ilusión del mundo, no quería perderse ese momento, y deseaba formar también ante su viejo sargento. Ya era tarde, la formación se había roto, y todos habían acudido a abrazarme y a darme la bienvenida. Pero es igual amigo Iranzo, para mí, tú siempre estarás en aquella singular formación, y en mi corazón.
¡Nunca olvidaré aquellas novedades!, en más de treinta y un años de servicio, han sido muchas las novedades dadas y recibidas, pero puedo jurar que aquella, la que mi antiguo Cabo Primero Galloso me dio, han sido las más emotivas de mi vida.
Mi mujer no salía de su asombro, y observaba la escena algo apartada.
Después de los abrazos llegaron las presentaciones, aparecieron las mujeres de mis artilleros que también me dieron la bienvenida. Cada uno de ellos, me iba presentando a su pareja (¡tengo que reconocer “sinvergüenzas”, que se conservan mejor que vosotros!). Al momento las mujeres entablaron conversación con mi esposa, consiguiendo con su amabilidad, que en ningún momento se sintiera extraña, recibiendo solo muestras de cariño por parte de todas, lo que hizo que al poco rato se sintiera como en casa.
Todos me contasteis alguna anécdota que compartimos juntos hace casi treinta años, me animasteis diciéndome que me mantenía joven (¡no seáis pelotas, después de tanto tiempo!), y asegurabais que seguía pareciéndome a aquel joven sargento con incipiente bigotillo, que tanta lata os dio durante vuestra añorada mili. Le decíais a mi mujer: ¡Era duro, y daba caña!, mientras esta sonreía al escucharos. Puedo prometeros, que tanto vosotros como vuestras parejas, dejasteis una huella imborrable en nosotros. Hasta recuerdo haber firmado dedicatorias, como en el pañuelo de cuello de Agustín Grimaldo (el mismo que guarda como oro en paño, después de tantos años desde que se licenció), o en la “blanca” de Melchor de la Viña.
Los minutos pasaron volando, no recuerdo si fue una hora u hora y media, fue poco tiempo, pero intenso, aprovechado al máximo. En aquel corto espacio, y compartiendo aquella sabrosa empanada y fresca cervecita, conseguisteis devolver a mi mente, cientos de agradables recuerdos, que permanecían escondidos. ¡Gracias!

Un recuerdo especial también, para García Cantarero y Vazquez Hernandez (el bibliotecario), que se incorporaron el domingo, y me saludaron por teléfono.
Empezaba a oscurecer y llegó la hora de la despedida. Con un inmenso dolor, tuvimos que deciros adiós, aun quedaban muchos kilómetros hasta Sevilla, y el día siguiente necesariamente teníamos que estar allí. Me fui con la sensación de haber vuelto a saludar, a unos hombres amantes de su pasado, de la amistad, de unas bombetas doradas que durante un tiempo lucieron con orgullo, y que ahora siguen llevando en el corazón. Y por supuesto como dice el dicho: “Detrás de cada gran hombre, siempre hay una gran mujer”. Y vuestras mujeres así lo demostraron.
Ya os digo, que podéis contar conmigo para la próxima, sea en Sevilla, Rota (como tenéis planeado), o cualquier punto de nuestra geografía española.¡GRACIAS DE CORAZON ARTILLEROS!

Vuestro siempre "sargento amigo" Antonio Lozano Herrera

5 comentarios:

  1. Me permito daros un consejo, mantener oculta estas fotos,y la identidad, como lo vea la Junta de Estado Mayor, os meten en un avión, os dan el mimeta, el HK, el casco y un par de raciones y para Afghanistan.

    Fuera de broma, os manteneis fenomenal, de algunos fui contemporaneo, y si os veo por la calle, os hubiese reconocido, seguiros cuidando como hasta ahora que lo habeis hecho fenomenal.

    Y nada, vuestras compañeras, guapisimas.

    Un cordial saludo.

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  2. Gracias abuelo por tu comentario. ¡Ya quisiera yo, aunque parezca una locura, estar en Afganistán, El Líbano, o Kosovo! ¡pero con estos hombres! ¡No me los cambies, porque se que por mi y por sus compañeros darian la vida! Simplemente son unos locos amantes de la Artillería, que llevan el compañerismo como bandera, y con un corazón que no les cabe en el pecho. La edad no perdona, y a veces la salud tampoco, pero seguro que todos, se ofrecerían voluntarios, para volver a vestir el honroso uniforme caqui.
    Después de lo visto, siempre me sentiré orgulloso de ellos. Ojalá su comportamiento sirviera de ejemplo.
    Un abrazo abuelo.
    PD. Espero el día en que te identifiques. ¡Pura curiosidad!

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  3. Mi sargento despues de mucho pensar solo puedo decir AHI TUS GÜEVOS

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  4. Gracias mi furri Iranzo, solo digo lo que me dicta el corazón, y este rara vez me engaña. Han tenido que pasar muchos años, para darme cuenta de la categoría personal y profesional de mis hombres. Con vuestro comportamiento habeis conseguido que me sienta orgulloso de vosotros, y que mi conciencia esté tranquila, al saber que ninguno me guardais rencor alguno, a pesar de que reconozco que en ocasiones, pude haberme equivocado, y obrado de manera improcedente. Nunca justificaré mis posibles errores, alegando que eran otros tiempo, cada uno tiene su personalidad. Lo que si tengo claro es que como humano, pude haberme equivocado. Y os puedo asegurar que esos posibles errores me siguen acompañando en forma de remordimiento, después de comprobar vuestro noble compartamiento.
    Un abrazo Manolo, yo si que te digo a ti, después de verte tras tantos años y comprobar el problema que te acompaña, "AHI TUS GÜEVOS" por saber hacerle frente a la vida, y luchar como solo lo sabe hacer mi cabo artillero furriel.

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  5. a mi mientras en las raciones alla cerveza voy a afganistan y donde haga fslta y no hablo por mi solo...un saludo "abuelo"

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