jueves, 10 de septiembre de 2009

MI AMIGO CHIRLACHI, NO NECESITA SABER LLORAR

Otro tarde más, me he cruzado con mi amigo Chirlachi, lo vi de frente, paseando ausente por la feria de Tomares. La música de las casetas sonaba estruendosa, pero el cabizbajo, parecía ignorarla. Me acerqué, y me sorprendió verle con ojos llorosos, cuando me vio me abrazó, necesitaba a alguien con quien hablar, con quien desahogarse. Solo le dije ¿qué te pasa hoy?, Chirlachi, ¿otro bajonazo de los tuyos? Mi miró, y asintió con la cabeza.
Le eché el brazo por encima, y entramos en una caseta algo tranquila, con la intención de hablar, pedimos unas cervezas, y esperé a que comenzara cuando él quisiera.
Me dijo, que desconocía a qué se debían esos malditos altibajos, que algunos días se levantaba eufórico, y otros, solo le apetecía estar solo, incluso me pronunció la palabra suicidio. El sabe que lo entiendo, que aunque me haga el fuerte, sé de qué me habla, por eso le gusta mi compañía. Busca en mí, al salvavidas, donde agarrarse para no hundirse, sin saber que como nos descuidemos, seremos los dos, los que acabaremos ahogados.
Antonio me dice, “distimia con rasgos anómalos, depresión y ansiedad”, ¿Cómo se cura eso?, me pregunta en tono de súplica. Yo lo miro, y le digo que con paciencia, medicación, y buscando algo interesante que hacer, cada mañana al levantarnos.
Su mente divaga, parece por momentos que no está allí, y sonríe solo. Pero con una sonrisa triste e irónica. A ver, ¡cuéntame que piensas, le insisto!
Estoy recordando hace unos años, cuando tan mal me encontraba, yo me negaba a la posibilidad de retirarme, luchaba por recuperarme, pero cada día me hundía más y más, sin alcanzar la orilla. Cuando el jefe de mi Unidad, me comunicó que debía pasar Tribunal Médico, se me vino el mundo encima, aunque ni siquiera sabía de lo que se trataba. Ante lo desconocido, mi mujer me dijo que si no conocía a nadie en mi situación, y yo haciendo un gran esfuerzo de acordé de él. Si de mi amigo ¿cómo se llama? ¡es igual!, que fechas antes, había pasado por el mismo trance. A su casa acudí, a que me asesorara sobre lo que me esperaba en el Hospital Militar de San Fernando (Cádiz). Necesitaba saber sobre en qué aspecto personal y económico, iba a repercutir en mi familia, mi posible pase a retiro. Y allí que me personé. Me atendió muy bien, y después de enseñarme un montón de papeles oficiales, todos muy bien ordenados y grapados, con innumerables sellos oficiales, me aseguró que no lo pensara, que todo eran beneficios en el cambio de situación.
¿Cómo va a ser beneficio, que deje a mi unidad, que no sea apto para trabajar con mis artilleros, que me den un tanto por ciento de discapacidad? No lo entendía.
Mira me decía, además pone el dictamen médico pericial, que puedo trabajar en cualquier otra empresa, menos en la Fuerzas Armadas ¡vaya chollo! Aseguraba.
Yo seguía sin ver el chollo por ningún lado, y pensé ¿dónde voy a trabajar yo, si lo único que se hacer, es disparar cañones, fusiles, dar teóricas, hacer guardias y maniobras? ¿Dónde voy a trabajar yo, sin mi uniforme mimetizado?
Después como si de un misterio se tratara, arrimó su boca a mi oído y me preguntó: ¿Tú sabes llorar? ¡Cómo! Respondí yo, pues ignoraba a que venía esa pregunta. Que si hombre, que si sabes llorar, que si eres capaz de sacar lágrimas cuando quieres?
Sin dejarme contestar, prosiguió: Pues sí, eso es solo lo que debes hacer. Cuando te encuentres delante del oficial médico, unas lagrimitas y para casa.
Me quedé mirándolo con incredulidad, y en ese momento me entraron ganas de llorar, pero me contuve. Mira ¿?, yo soy militar no actor, ni se llorar ni quiero aprender. Todas las mañanas, me tengo que encerrar en mi dormitorio, para que mi esposa y mis hijos no me vean llorar como un niño. Cada día cuando menos lo espero una congoja me acompaña, y me es inevitable tener que salir corriendo, para no hacer sufrir a mi familia. Cada vez que mi hijo o mi hija se retrasan, o suena el teléfono a altas horas de la madrugada, la ansiedad me puede, y necesito respirar hondo, y tomar mis medicinas para superarla. Cuando discuto con mi mujer por mis dichosos nervios y depresiones, tengo un sentimiento de culpabilidad, que me dura varios días. Y lloro, lloro, y lloro, hasta quedarme sin lágrimas, sin necesidad de saber cómo se hace. Porque yo a diferencia de ti, estoy enfermo. Y nunca necesitaré fingir, para perder aquello que más quiero, mi profesión.
Chirlachi, prosiguió con su relato, yo no quería interrumpirlo. Mi supuesto amigo, se quedó callado, y yo me levanté y tomé dirección a la salida de su casa. Gracias por tu valiosa información, le dije con ironía. Desde entonces no lo he vuelto a ver, ni lo deseo.
Cuando llegué al Tribunal, este me realizó unos test y unas entrevistas personales que duraron varios días, en las cuales me propuse no derramar ni una lágrima, y lo conseguí. Todas las guardé, para cuando regresé a casa. Allí si me hizo falta consuelo, cuando me comunicaron con seguridad, que no era apto, que tendría que decir adiós, a una parte muy importante de mi vida.
Desde aquí le digo a aquel amigo que dejó de serlo aquel día, que me alegro que le vaya bien, que seguramente no precisará tratamiento médico, y que consiguiera llorar como los buenos actores delante de su público. Porque yo aun en la actualidad, sigo atiborrándome de pastillas, sufriendo de insomnio, llorando sin proponérmelo, ahogándome en la oscuridad de la noche y en silencio, para no preocupar a mis seres queridos, y solo me anima algunos pequeños hobbis, que he aprendido.
Solo me gustaría decirle, que gracias a gente como él, a muchos de los que padecemos este tipo de trastornos, nos meten en su mismo saco, y eso puedo jurar, que es muy doloroso para el que lo sufre. Tu ¿qué opinas Antonio? ¡Que me vas a contar a mí, que soy el que más te conoce!
Mi amigo Chirlachi, después de contarme todo aquello, se quedó más tranquilo, y pidió otra cerveza, le aconsejé que no era conveniente mezclar alcohol y medicinas, me hizo caso y se dispuso a seguir su camino de vuelta a casa. Yo lo abracé, ¡El sabe que siempre me tiene! y le vi caminando calle arriba, en compañía de sus pensamientos. ¡Buena gente, mi inseparable amigo Chirlachi!

3 comentarios:

  1. !Animo amigo Chirlachi¡, que fuera de la vida militar hay muchas cosas interesantes por hacer, busca la que mejor se adapte a ti, hay bastante gente que necesita ayuda y con tu experiencia seguro que le puedes aportar bastante cosas, sobre todo valores que en la actualidad están en deshuso, pero que algún día, se deberán de retomar para que esto siga "palante", además lo sumamos a tus hobbies, que es un lujo, primero, el tenerlos y después el hacerlo.

    Saca pecho, mira al frente, y con paso firme, llegaras a donde te propongas, y verás, de lo capaz que sigues siendo.

    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Gracias Abuelo, le transmitiré tu mensaje de ánimo, a mi querido amigo Chirlachi, seguro que te lo agradecerá.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. No lo va a creer Vuestra Merced,... pero este veterano de Flandes está aprendiendo a forjar cuchillos y a hacer fundas de cuero para ellos,... estoy pensando en el futuro,... quiero mantenerme ocupado mientras pueda,... y estos aceros artesanos (que son una de mis aficiones) se venden muy bien.

    Expresiones solidarias varias.

    ResponderEliminar