viernes, 26 de junio de 2009

LAS FRASES DE HOY

En esos cerros están los galones de Sargento, y en los de detrás, las estrellas de Oficial.

De Millán Astray (refiriéndose a unas posiciones rifeñas, muy difíciles de ocupar).

Hacen falta tres años, uno para conocer a la Legión, otro para comprenderla y el tercero para quererla.

Anónimo.

APUNTES Y FECHAS IMPORTANTES

Segun Decreto de septiembre de 1722, las unidades independientes de Artillería, por pequeñas que fueran, tendrían la misma consideración que en Infantería. Por ese motivo un destacamento artillero de un cabo y 4 hombres, al entrar en formación reciben los mismos honores que un Regimiento. Ello dio origen a que se estimase, que en Artillería, 4 hombres y 1 cabo forman Cuerpo.

PARA MI PRIMO PACO DIAZ HERRERA

JURANDO BANDERA


Era noche de verano, y el chiquillo de apenas trece años, permanecía junto a su padre, en aquel recién inaugurado Bar-Restaurante, donde se daba cita gran parte de los vecinos del barrio. El ruido era ensordecedor, todos vociferaban, haciendo imposible mantener una conversación sin levantar la voz. A la vez, la máquina de música, sonaba de forma estruendosa, con los éxitos de la época, finales de los sesenta o principios de los setenta.
En un determinado momento, se abrió la puerta, la clientela se giró curiosa, para comprobar quien era aquel individuo que se disponía a entrar, entonces un impresionante silencio, se adueñó del local. Y apareció él, un elegante muchacho impecablemente vestido de legionario. Vestía una llamativa camisa verde, abierta “chulescamente” para lucir su fornida y velluda pechera. Sobre su cabeza el gorrillo legionario al que llamaban “chapiri”, ligeramente inclinado a la derecha, con un barboquejo de cuero que le rodeaba la barbilla, y una borla roja juguetona, que bailaba a cada paso marcial del militar. Las mangas remangadas hasta muy por encima de los codos, dejaban ver unos bíceps bien marcados. Su uniforme llevaba varios coloridos emblemas, acabando en un pantalón del mismo verde especial, que en su parte inferior, se introducía en unas relucientes botas negras. En su cintura, sobresalía un ancho ceñidor de cuero negro, y sobre sus hombros cargaba un abultado petate, que portaba sin aparente esfuerzo. Pero lo que más le llamó la atención al crio, fue un precioso Crucifijo dorado, sobre el escudo legionario, que adornaba su cuello, prendido de una llamativa cadena de oro.
El silencio dio paso a cuchicheos, y murmullos, mientras la máquina de monedas, seguía sonando con alguna melodía del Dúo Dinámico, los Bravos, los Brincos, Fórmula V, o Karina ¿Quién sabe?.
El Pequeño quedó impresionado, pero aún más cuando su padre le dijo, que aquel muchachote fuerte y aguerrido que acababa de entrar, era su primo Paco.
El legionario se dirigió a ellos y les besó, mientras soltaba su petate. Cuando aquel niño vio que todas las miradas eran para él, se sintió la persona más importante del mundo, pues no todos sus amigos, podían presumir de tener un primo legionario.
Y el chiquillo, lo miraba admirado, y escuchaba sin interrumpir cuanto decía a su padre, pero sobre todo cuando después de la bienvenida y de los saludos, comenzaron a hablar de batallitas militares, de aventuras en su unidad, de servicios, maniobras, novatadas, arrestos, y hasta de un carnero que tenían en el cuartel, y al que cuidaban y vestían como a uno más de ellos. El niño con los ojos abiertos de par en par no daba crédito, y miraba deslumbrado cada insignia, cada “pepito” que colgaba de los botones de sus bolsillos, cada detalle de aquel uniforme que tanto le llamaba la atención.
La gente reanudó la conversación, sin dejar de mirar de reojo al trío formado por aquel mocoso, su padre, y su primo “el legionario”.
Aquel hecho, haría cambiar el rumbo de la vida del chiquitín, que se prometió algún día vestir el mismo uniforme de su primo.
Desde ese instante, cuando le preguntaban que quería ser de mayor, siempre afirmaba de forma rotunda y segura ¡Legionario!.
Pero el tiempo pasó, y cuando llegó la hora, se dispuso a enviar la documentación para ingresar en la Legión, ¡lo tenía claro!, pero era muy joven, aun no había cumplido los dieciocho años, y la presión familiar le hizo desistir. Le convencieron para que ingresara voluntario en la Base de Automovilismo de su ciudad, y si le gustaba la vida militar, ya tendría tiempo de marchar junto a su soñada cabra legionaria.
Luego ya nada fue como había imaginado, se echó novia, se acomodó a su nuevo destino, fue ascendiendo hasta Cabo Primero, e ingresó en la Academia de Suboficiales.
Cuando después de tres largos años lejos de su ciudad, salió con sus brillantes galones de sargento, su idea era la de estar cerca de su novia y familia, y con la intensión de casarse lo antes posible, solicitó destino en una Unidad de élite, en una unidad con solera, con historia, ¡no! no era la Legión, pero si “la Legión Chica”, que era como denominaban al RACA 14 de Sevilla.
Siempre pensó que antes de su retiro vestiría el “chapiri”, y desfilaría a 140 e incluso a 160 pasos por minuto, pero la vida casi nunca es como se planea, y al final por diferentes motivos, no pudo ser.
En su mente queda aun, aquella noche en que gracias a su primo Paco, comenzó a admirar a la Legión y a sus legionarios. No se pierde ni un solo desfile, disfruta viendo a la escuadra de gastadores lanzando al aire sus CETME,s, y realizando cinco movimientos de armas en uno solo, y como a cada paso, su braceo parece llegar al cielo.
Pero lo que de verdad recuerda, es aquello que su primo le dijo un día, y que se le quedó grabado, hasta el punto de que después de muchos años, logró inculcarselo a sus artilleros: “Cabeza alta, pecho fuera, y paso firme”. ¡Así es como desfila, un verdadero Caballero Legionario!

¡Gracias primo Paco!