No recuerdo la fecha, pero podría ser a finales de los ochenta, cuando se recibió la Orden de que el Regimiento tendría que activar las Guardias Especiales. Tampoco recuerdo el motivo exactamente. Siempre cuando había un acontecimiento excepcional, como visita de relevantes personalidades como Jefes de Estado, importantes autoridades políticas o eclesiásticas, u organización de eventos como el Mundial de Fútbol del 82, la Exposición Universal del 92, se reforzaba la seguridad de la ciudad, para garantizar la normalidad. Intentando evitar con ello, la realización de posibles atentados a edificios, fábricas y organismos, como depuradoras de aguas, centrales eléctricas, centros de emisión de Radio o Televisión, etc.
Me dijeron, que como Sargento Primero más antiguo, no me moviera de mi domicilio pues en cualquier momento podría ser llamado para activar el servicio (recuérdese que en aquella época, no existían los móviles). Justo después del almuerzo sonó el teléfono, era mi amigo el Brigada Tomás Navarro, que se encontraba realizando servicio de Oficial de Cuartel.
“Antonio, termina lo que estés haciendo, y vente para la Unidad cagando leche”. Fue su escueto mensaje.
Al momento me presenté al Capitán de Cuartel de aquel día (aun me acuerdo Capitán Salón), quien me entregó un sobre cerrado, y me advirtió que cumpliera todo lo que se me ordenaba en el escrito que había en su interior.
Lo abrí, y entre muchas otras cosas, decía: nombrar ocho artilleros y dos cabos de su unidad, solicitar dos vehículos Land Rover, recoger dos radios AMPRC 77, preparar varios bidones de agua potable, pedir en el almacén cajas de raciones de Previsión, etc. Al papel le acompañaba varios billetes, unas cinco mil pesetas de las de entonces, con la advertencia de que solo se utilizara para imprevistos urgentes, y también venía un plano, con la situación del lugar a vigilar.
Cuando ya lo tuve todo preparado y me disponía a dar novedades al Capitán, observo que en la orden aparece: “Composición de la Guardia: Un Sargento, dos Cabos y ocho Artilleros”.
Me presento al mencionado oficial, y le hago saber, que todo está en orden y que me encuentro dispuesto para emprender la marcha y realizar el servicio. Pero que tenía una pequeña duda, pues en la orden por escrito llegada desde Capitanía General, ponía bien claro, que el Jefe de la Guardia sería un Sargento y yo era Sargento 1º, y así se lo hice saber.
Me miró asombrado y me dijo, ¡qué más da!, todos sois iguales a la hora de hacer servicio. Yo le insistí que aquel angulito que adornaba mis tres galones, me habían costado ocho años, y que un Sargento y un Sargento Primero, eran empleos diferentes.
Me dijo que había prisa y que si tenía alguna queja la realizara una vez concluido el servicio, como así recoge las Ordenanzas. Yo me limité a contestar: “A la orden mi Capitán, con su permiso emprendo la marcha para iniciar el servicio.
Marché a custodiar el Edificio que acoge la emisora de Radio Nacional de España que se encuentra en la carretera Sevilla-Cádiz entre Dos Hermanas y Los Palacios. Dicha emisora se caracteriza por su alto mástil de 244 metros, que se ve desde bastante distancia. Allí nos esperaba un Guarda Jurado, que vio el cielo abierto cuando nos saludó, y su jefe le dijo que se podía marchar a casa. Después de comprobar las instalaciones, hablé con los Cabos y montamos el dispositivo de seguridad, eligiendo el lugar donde se colocarían los centinelas y elaborando el cuadrante de relevos, y los turnos de descanso.
La Guardia transcurrió sin novedad.
Al día siguiente, fui relevado por un compañero, y después de entregarle la documentación y consignas, se hizo cargo de la seguridad del lugar, volviendo con mi tropa al Regimiento.
Lo primero que hice al llegar, fue realizar un “Parte del Servicio”, en que detallé como había transcurrido la guardia, con las pequeñas novedades ocurridas, y haciendo reseñar el dato de que siendo Sargento 1º, había sido nombrado para un servicio, cuya orden de Capitanía General, especificaba claramente, debía ser realizado por un Sargento.
A los cinco minutos me llamó el Comandante II º Jefe del Grupo, y lo primero que me dijo textualmente: - Lozano, ya me tienes cansado, de que cuestiones algunas órdenes, sabiendo que no te asiste la razón.
Yo le contesté: - ¿En que se basa usted para afirmar eso?
- Pues que tienes que reconocer que un sargento 1º, es un sargento antiguo, y la prueba es que realiza los mismos servicios.
¡Me quedé de piedra!, esas palabras me la estaba diciendo “mi Comandante”.
Dolido, le dije que con todo respeto discrepaba con su interpretación.
¿Diría usted que un Subteniente es un Brigada antiguo, porque se relevan en los mismos servicios y cometidos?, ¿piensa que un teniente es un alférez antiguo, porque ambos realizan el mismo servicio de Oficial de Guardia de Prevención?, ¿le preguntamos al Teniente Coronel Jefe del Grupo, si se considera un Comandante antiguo, porque al igual que usted, realiza el servicio de Jefe de Día? Comprobé como la cara se le iba enrojeciendo, y no me gustaba nada, pues le conocía bien, y sabía que no era buena señal. Pero continué.
Si en la orden de la guardia, hubiese aparecido que el jefe fuera un Alférez, ¿se hubieran atrevido a llamar al Teniente más antiguo para realizarla? Y si pusiera que la realizara un Brigada, ¿hubiesen llamado a un Subteniente?
Entonces si la orden recibida especifica claramente, que la guardia la realice un sargento, ¿por qué me nombran a mí para dicho servicio, si yo soy sargento 1º?
Ignoro si lo entendió, pero era una lucha diaria intentar hacer ver a algunos oficiales, que aunque se parezcan en el nombre, Sargento y Sargento Primero son dos empleos diferentes.
En un arranque de ira rompió el parte, sabía que yo llevaba razón, pero le dolía reconocerlo, y en tono airado me ordenó salir del despacho. Yo se lo perdoné, porque siempre le he apreciado, y fue mi primer maestro en el 14. Lo que sí es cierto, es que desde el día siguiente, los Sargentos Primeros fueron excluidos del cuadrante de esta Guardia, apareciendo en ella solo los Sargentos.
Antonio Lozano Herrera