jueves, 14 de mayo de 2009

LA MOTO DE MI AMIGO CHIRLACHI

Hoy de nuevo me he encontrado con mi amigo "Chirlachi". El pobre anda algo decaído, pero siempre me guarda una sonrisa.
Me comenta que ha leído las últimas anécdotas en mi blog, aquellas curiosidades que quedan para el recuerdo, y me asegura que se emociona cuando las lee, porque muchas de ellas, las compartió conmigo.
- Mira Antonio, te voy a contar una, para que la escribas si quieres. ¿Te acuerdas de aquel tiempo, cuando la mili era obligatoria, y nadie objetaba nada, ni alegaba raras enfermedades?
Le contesté que sí, pero ignoraba porqué me hacía esa pregunta.
Continuó, - luego más tarde, se puso de moda la objeción de conciencia, los que alegaban pies planos, estrechos de pecho, o trastornos mentales, y llegó la ola de objetores, insumisos, y de aquellos que solicitaban pasar por el psiquiatra, para librarse de la mili.
Este "Chirlachi", ¿a dónde querrá llegar? me preguntaba.
- Pues existía una anécdota, que iba pasando de reemplazo en reemplazo, y llegó a ser famosa, porque fueron muchos los que la utilizaron para su provecho.
Un día llegó con un nuevo Llamamiento un avispado recluta, que se propuso regresar a su casa, con sus padres y su novia, sin hacer el servicio Militar.
Cada mañana cuando el sargento le daba una orden, y le decía: ¡Benítez, pega una carrera y comprueba si ha llegado el Capitán de servicio! El recluta hacía como que se montaba en una moto imaginaria, le daba dos patadas a la palanca de arranque, y con el puño derecho aceleraba, mientras con la boca hacía: Burrum, burrum, como si del motor de una vieja Yamaja, o mejor Ducati de aquella época se tratara.
Al rato, se le veía regresar a lo lejos, haciendo el mismo ruido. Hacía como que se bajaba, colocaba su pata de cabra para apoyarla, no se fuera a caer, y hasta simulaba echarle la llave, para que no se la robaran.
Se acercaba al sargento y decía: A sus órdenes mi sargento, el capitán ya ha llegado, y no he vuelto antes, porque la moto se me ha calado unas pocas de veces.
La misma escena se repitió en los sucesivos días, hasta que el sargento preocupado por la salud mental del muchacho, se lo comunicó al capitán, que lo comprobó, cuando una mañana le preguntó que hacía agachado, y este le contestó que limpiándole la bujía a su moto. Después de esto, dio parte al coronel, el cual le envió al médico de la Unidad. Y allá que fue este recluta al botiquín con su destartalada moto.
Cuando el oficial al mando de los servicios médicos del cuartel, lo vio llegar acelerando con ese impresionante ruido que salía de su boca, y que se asemejaba al de un viejo motor de dos tiempos, y de pronto chirriar en una frenada seca, para a continuación el recluta hacer como si se bajara, y decir: A la orden mi comandante, es que el freno delantero está algo gastado.
El médico de inmediato lo envió al psiquiatra, quien no dudó en darle la baja, y mandarlo para su casa excluido por “inútil”, como se decía antiguamente.
Cuando hizo su petate y se despidió de sus colegas, tomó el camino de la puerta principal andando, donde le esperaba un taxi.
El coronel, asomado a la puerta de su despacho se quedó extrañado, y le preguntó: Recluta, ¿Cómo es que te vas caminando sin tu moto?
Y este contestó: Mi coronel, ya no soy recluta, el “inútil” se va a su casa, y la moto se la dejo ahí perfectamente aparcada, para el próximo que desee irse también.
- Otro que me ha tomado el pelo, pensaba el coronel.

A pesar de todo, fueron muchos los que la utilizaron posteriormente, pero casi la totalidad de ellos, la volvían a dejar bien aparcada antes de marcharse caminando.
Yo me sonreí al escucharlo, y le dije: - Buena historia "Chirlachi", la escribiré en mi blog.
El muy serio me contestó: - Espera Antonio, aún no he acabado.
Fue entonces, cuando unas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, y continuó:
Quiero que escribas en tu blog, que “el Chirlachi”, también tuvo una moto imaginaria, que ningún compañero ni superior llegó a saber, porque la usaba cuando nadie lo veía. Y que su historia es muy distinta a la anécdota del anónimo recluta, porque existe una diferencia notable. Mientras aquel dejó aparcada la moto en el cuartel, y salió con su licencia más sano que una pera hacia su casa, “el Chirlachi” no pidió un taxi, y se fue montado en la moto a su hogar, y aún hoy en día por desgracia, la sigue usando, para sufrimiento de su familia.
Con voz entrecortada y preso de la angustia, continuó: - Escribe, que son muchas las noches que el insomnio me domina, que me cuesta respirar, que la ansiedad se apodera de mi, y después de tanto tiempo, aún tengo que tomar mi moto imaginaria, y marcharme lejos, donde el pensamiento sea más agradable.
- Dile a más de un mal pensado, que sé que los hay, y me niego a dar nombres, porque tengo más categoría que ellos, que algún día dejaré por fin la moto, para alegría de los que me quieren y me apoyan. Cuando eso suceda, la llevaré al cuartel, e invitaré a más de un desgraciado de esos que siempre desconfían, a que se monten en ella, a que den una vuelta, pero no en la moto de aquel recluta “espabilao” ¡no!, se montarán en la mía. Probarán las mismas sensaciones que yo, entonces me comprenderán aunque sea tarde. Y si fuese rencoroso, desearía que no se pudiesen bajar de ella por un tiempo, que la compartieran con su esposa e hijos. Pero como he aprendido, que odiar a alguien, es darle demasiada importancia, y ellos tan solo son unos mediocres, los perdono, y prometo ayudarles a bajarse.
Por desgracia, seguiré un tiempo más con esta cabrona moto, pero que sepan algunos, que un día no muy lejano, cuando me cure, me presentaré en el cuartel a devolverla. Y ojalá no se suba a ella nadie más, ni siquiera algunos que bien lo merecerían.
Sabía que era verdad cuanto me decía, conocía su sufrimiento e impotencia, y solo le contesté:
- De acuerdo "Chirlachi", dejaré tu mensaje en mi blog.
Y lo vi alejarse, caminando apesadumbrado junto a su inseparable moto, que solo usa cuando cree que nadie lo ve, para dar una falsa sensación de cordura.

Subteniente Antonio Lozano Herrera

Dedicado con cariño, a mi gran amigo "Chirlachi".

3 comentarios:

  1. Viendo la foto que acompaña a este escrito, recuerdo que cuando el Grupo que el 42 le entregó al 14 en 1956, traía varias motos como la de la foto. Eran de marca Zündapp, que junto a unas BMW, dotaban a las Unidades del Ejército alemán en la II Guerra mundial.
    Estaban dotadas de sidecar, con tracción al mismo carrito, y tenían incluso reductora para todas sus marchas de las que creo recordar eran cuatro.
    Era formidable su potencia, y el Tte. Adalid y yo, cada uno con la suya, subíamos por los repechos más duros de Cerro Muriano y no había matojo de jaras que se les opusiera.

    Cte. Fernando Barón

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  2. Mi recordado comandante, posiblemente fuera una de esas motos que el 42 entregó al 14, en 1956. Una vieja Zündapp de la II Guerra Mundial, con sidecar y todo para llevar a la familia la que se llevó mi amigo Chirlachi del cuartel. No deben de valer mucho, puesto que ni a la moto, ni a mi inseparable amigo los echan mucho de menos. Lo veo a diario conduciéndola, a veces llevando en el sidecar a su esposa e hijos, a toda potencia, subiendo los repechos más duros de esta vida.
    Pobre amigo Chirlachi, ¡cuántas ganas tengo de que llegue el día, que devuelva la moto! Aunque la gran mayoría de su Unidad, no la quiera recuperar, ni tengan interés alguno en verle por allí.
    Como diría mi amigo “Capitán Escarlata”:
    Expresiones dolorosas varias.
    Un abrazo mi comandante

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  3. El dolor, mi Señor, forma parte de la vida y nos ayuda a apreciar los buenos momentos y los buenos amigos.

    Expresiones vitales varias.

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