miércoles, 6 de enero de 2010

A ESPAÑA SERVIR HASTA MORIR


A ESPAÑA SERVIR HASTA MORIR

Este y mi lema y el juramento que un día realicé, en mi Academia de Suboficiales leridana, promesa que llevaré a la práctica, por mucho que a algunos nacionalistas e independentistas, definan la frase como agresiva y provocadora”.

El lema solo molesta, a quien permanentemente va acompañado por el odio, el recelo, el desprecio, y la fobia a la palabra ESPAÑA. Aquellos que saben, que no se trata solo de una frase, o simple leyenda. «A España servir hasta morir» es una vocación, y un juramento o promesa inalterable, que nunca será arrancado, del corazón y el espíritu de nuestros militares.



"Fotografía: Copyright Portal ASASVE"

AQUEL CAMARERO PESADO


Imagen de una vieja taberna, parecida a la de mi "amigo" el camarero pesado

Es costumbre en la opinión popular, pensar que el objetivo de todo militar debe ser el ascenso. En pocas profesiones, salvo en grandes empresas y a cambio de una competitividad agresiva, se da tanta importancia a ir acumulando galones y estrellas, como en el caso de los que visten de caqui. Son muchas las veces que me acuerdo de mi padre, un hombre conformista que empezó como administrativo en una conocida bodega cordobesa, y se jubiló de administrativo, sin que nadie a lo largo de su vida, le preguntara si había ascendido o no. Nunca se sintió frustrado, por acabar su vida laboral, con la misma categoría profesional que la empezó.
Este preámbulo, viene a colación de una anécdota, que me sucedió allá por principios de los ochenta, y que duró hasta bien entrado los noventas, cuando la paciencia alcanzó su límite, y tuve que colocar en su lugar a cierto personaje.
Recuerdo que cuando al salir de sargento en el 79, con apenas 21 años, cada ocasión que teníamos mi esposa y yo, la aprovechábamos para visitar a la familia desplazándonos desde Sevilla a Córdoba en tren, ya que por aquel entonces aun no tenía coche, ni poder adquisitivo para comprarlo.
Durante esos días de permiso o fin de semana, solía esperar a mi padre, a que llegara del trabajo en el autobús de las catorce quince, en un bar próximo a su domicilio, para tomar una caña de cerveza antes de comer.
El camarero (omito el nombre por respeto, y porque ya falleció hace algunos años), cada vez que me veía, solía preguntarme con cierto toque de ironía y cachondeíto delante de la clientela, si había ascendido ya, cuando apenas si llevaba dos años de sargento. Yo le contestaba que no, que la cosa no era tan fácil, y que tampoco me obsesionaba el ascenso, cuando lo que primaba, era mi destino en el RACA 14, y mi familia.
Pasaron los años, y cada vez que iba a dicho bar, me hacía la misma pregunta, hasta que un día de julio del 87, le dije que ya era sargento 1º, su contestación fue: ¡Ocho años para eso! Yo guardé silencio.
Más tarde en el 92, a una de sus idénticas preguntas, le contesté que ya era brigada, y me contestó, que con mi edad los había ya comandantes. Yo seguía guardando silencio.
Marché a Bosnia en el 94, y a la vuelta, me atacó con la misma interrogante: ¿Qué eres ya Lozano? ¿Ya serás capitán? ¿No?
Yo le dije, que seguía siendo brigada, a lo que delante de mi padre me contestó: ¿Ni por méritos de “guerra” asciendes? ¡Ya debes de ser torpe!
En aquel momento, y con algunos tertulianos pendientes de nuestra conversación, le dije algo así:
Mira chaval (a pesar de que pasaba de los cincuenta, y peinaba canas, además de una prominente calva), ya me tienes un porquito "jarto". Cuando te conocí, yo era casi un niño, me fui voluntario al Servicio Militar de Recluta, juré Bandera y fui Soldado, luego ascendí a Cabo, más tarde a Cabo 1º (¡de los de entonces!), ingresé en la Academia de Suboficiales, y después de tres años de duras prácticas e intensos estudios, y sin que nadie me regalara nada, conseguí mis galones de Sargento, luego con la experiencia ascendí a Sargento 1º, y posteriormente a Brigada, y acabo de volver después de siete meses, de la guerra de los Balcanes de Casco Azul, intentando llevar la paz a un pueblo que sufre, y realizando labores de Ayuda Humanitaria a los necesitados, niños, mujeres, y ancianos.
Tu sin embargo, cuando te conocí hace casi treinta años, despachaba vino y cerveza, desde detrás de la misma vieja barra donde la sirves ahora. Vestías el mismo sucio delantal, barrías el local, con parecida escoba a la que lo haces en la actualidad, con la diferencia, que mientras yo instruyo diariamente a cuarenta hombres, que trabajan con ilusión, y me hacen sentir realizado, tú tienes que aguantar cada noche a cuarenta borrachos, hasta que te marchas a casa malhumorado, y creo que no muy satisfecho.
Pero a pesar de todo, siempre te he respetado, no poniendo nunca en duda tu capacidad e inteligencia, y suponiendo que si no prosperabas, no era por motivos de torpeza, ni porque fueses un inútil, sino porque era lo mejor y más cómodo para ti y tu familia. Nunca te he preguntado, porqué a pesar de los años, no has llegado a jefe, ni siquiera a encargado, ni porqué no eras capaz de poner un negocio propio, o porqué seguías limpiando mesas día tras día, mes tras mes, año tras año.
Así que ya sabes, si quieres saber lo que soy, y para que no tengas que seguir preguntando cuantas estrellas llevo, te diré que soy militar y punto. ¡Te queda claro!
Creo que ese día, mi padre se sintió orgulloso de mí, y me gané el respeto de algunos clientes y vecinos. Nunca más se le oyó preguntar a aquel camarero de tasca, por mi posible ascenso.

Anécdotas tarbernarias y cuarteleras

Subteniente de Artillería
Antonio Lozano Herrera

HISTORIA DE UN DIA DE ENCUENTROS



Mi amigo Ricardo Carpio Verdú, junto a su antiguo sargento Lozano del RACA 14
¡treinta años después! (30-12-2009)

Esta mañana (día 30 de diciembre), quedé con mi gran amigo y antiguo artillero del 79 (casi ná) Ricardo Carpio Verdú. Hemos vuelto a vernos después de un tiempo, porque me apetece hablar con personas educadas, esas que saben escuchar, y porque tenía que devolverle aquellas nostálgicas fotografías, que me entregó hace tiempo, junto a su Cartilla de Licenciamiento (la famosa blanca), y que colgué en el blog. Gracias Ricardo, porque me has demostrado, que los amigos son aquellos que comparten tus problemas, ¡y como comentamos! los que están a tu lado cuando los necesitas, y no cuando pagas una ronda en cualquier taberna. Te puedo asegurar, que ha sido un día especial, yo te he enseñado algunos lugares de nuestro pueblo, y algunas anécdotas de él que desconocías, y tú me has demostrado, que la vida merece la pena vivirla, a pesar de lo injustamente que veces nos trata. ¡Y tu mejor que nadie, tienes la experiencia, y puedes hablar en primera persona, de lo que es luchar y plantarle cara, a esta extraña existencia. También aprovecho para decirte Rocío, aunque no te conozca personalmente, que me perdones por robarte a tu marido gran parte del día, pero es que personas como mi antiguo artillero Carpio quedan pocos. Gracias Ricardo, porque durante muchas horas, me has transportado al pasado, llevándome a ese RACA 14 de 1979, que tanto añoro, y que lentamente veo morir.
Luego, y tras despedirnos, caminaba solitario, y al pasar junto a un edificio, he recordado que en cierta ocasión, mi antiguo Comandante Barón, me aseguró que allí vivía uno de sus hijos. Y me he dicho, ¿por qué no conocerlo y saludarlo?
Cuando estaba buscando su nombre en los buzones, entró un joven con algunos pequeños, y le pregunté si conocía algún vecino que se llamara Barón. Algo sorprendido, me dijo que él era Marcos Barón, y al momento me reconoció. Supo que era yo, el antiguo sargento de su padre, el autor del blog “Sevilla y la Artillería”, y me atendió de forma exquisita. Como soy de lágrima fácil, me emocioné, y solo acerté a decirle, que debía sentirse muy orgulloso de su padre, pues pocas personas durante toda mi vida militar, habían dejado mayor huella en mí, que mi antiguo Comandante D. Fernando Barón Rojas-Marcos, de finales de los setenta. Fueron escasos los minutos así como las palabras que intercambiamos, pero las suficientes para comprobar, que la educación, la clase, y el respeto se transmite de padres a hijos, y me marché sabedor de haber tenido el honor, de estrechar la mano de un caballero, hijo de un excelente artillero, y nieto de un ilustre laureado.
Luego llegué a casa, mi pobre perrita había estado sola todo el día, y necesitaba salir para hacer sus “cosillas”. La llevé al parque, y a la vuelta, me dispuse a dar un paseo por el pueblo. Ya estaba anocheciendo, y al pasar junto a una cafetería, observo como sale de ella una persona conocida. Sé que podía haberme cruzado con él, sin necesidad de abrir la boca. Incluso puede que no fuera el momento, pero un impulso de nostalgia, y de inolvidables recuerdos de un tiempo que compartimos, me animó a saludarlo. Además mi padre siempre decía que el saludo no se le debe negar a nadie, y menos sin motivos, aunque después de hacerlo, aun me pregunto, ¿porqué leche, le sigo haciendo tanto caso, a los consejos de mi padre?
- ¡A sus órdenes mi General!, ¡felices fiestas!
Se me queda mirando, y sin reconocerme ni acertar a decir mi nombre, algo desconcertado me contesta: ¡hola, que tal!
- Pues mire regular.
Apenas pude pronunciar alguna palabra más, cuando solo se le ocurre decirme: “vale, sigue paseando”. Ni como te va la vida, ni donde estas destinado, ni dónde vives, ni que tal la familia, ni pregunta alguna profesional ni personal, que mostrara interés alguna hacia mi persona.
- ¡No mi general! Ese hombre que se le acercó, no iba a pedirle limosna, ni siquiera a desahogarse con usted, aunque bien que lo necesita. Ese hombre, iba a desearle una feliz Navidad, junto a toda su familia, y a decirle, que se sentía orgulloso, de haber servido a sus órdenes, hace ya muchos años, cuando usted apenas era un joven oficial superior.
¡”Vale, sigue paseando”!, ¿a mí?, ¿porqué? ¿Porque llevo una coleta y un pendiente en la oreja?, ¿Porqué visto una camiseta gastada, en la que pone “GSTAAD” mighty gstaad chateau-d´oex, switzerland 1975, ¡Que no sé, ni qué coño significa!, y no un chaquetón de marca como usted? O ¿porque a pesar de sentirme más militar que muchos que presumen de estrellas, no pasé de ser un modesto suboficial, de academia pero chusquero y a mucha honra, y no uso su estilo de ropa, ni domino idiomas como usted, aunque a patriotismo y compañerismo, no haya quien me gane?
También pudiera ser que fuera, porque en lugar de ir con mi esposa, iba tirando de una correa que llevaba una perrita al final.
Mire mi general, seguramente mientras enfilaba el camino a su casa, se preguntaría quién demonios era, ese personaje que se atrevió a saludarle. Ese de la camiseta raída, sin paraguas bajo la lluvia, de larga melena blanca y encoletada, con aire desaliñado, y arete dorado en el lóbulo de la oreja.
¡Yo se lo voy a explicar! Era el mismo que en el 94, le cubría las espaldas, en muchas de sus salidas por las siniestras calles de Mostar. Aquel Brigada que se apuntaba voluntario, para cada misión fuera del Destacamento, aun sabedor del riesgo que corría. El que siempre se ha sentido orgulloso, de vestir igual uniforme que usted (aunque con alguna estrella menos). El mismo que por su comportamiento, recibió la Medalla de la ONU, y a su regreso a España la Cruz Militar con carácter extraordinario, por su labor en Bosnia-Herzegovina. El que adorna una de las salas de su casa, con la Cruz, Encomienda, y Placa, de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.
¡No mi general!, con todo el respeto que como superior me merece, no se le puede decir a un compañero en fechas tan señaladas, y cuando le está intentando contar sus angustiosos problemas, “¡Vale sigue paseando”! Ante la duda, es preferible preguntar si la memoria nos falla ¿quién eres?, ¡Cuánto has cambiado!, a darle la espalda, animándole a proseguir su camino. Le repito, que aunque no me haya reconocido, no soy un pordiosero o vagabundo, con todo el respeto que los “sin techo” me merecen. Soy el brigada que en marzo del 94, me embarqué en aquella arriesgada aventura con la Agrupación Táctica Córdoba, rumbo a la antigua Yugoslavia. El que durante siete meses, compartió preocupaciones, además de comida, y muchas horas de trabajo con usted. Se ve que los años, a algunos nos ha tratado peor, dejándonos más cicatrices y huellas físicas y psíquicas.
No le guardo rencor, ¡quién sabe, si yo hubiese actuado igual siendo general! Ya se sabe, cada uno pertenece a una clase y círculo social diferente. También pudiera ser, que me pillase “bajo de defensas” y algo susceptible, esclavo de estos malditos bajones anímicos que me persiguen, y mi mente haya magnificado el encuentro. Por eso mi interés con estas letras, es tan solo refrescarle la memoria, por si al llegar a su domicilio, aun seguía preguntándose, quien leche era aquel individuo, que tuvo la osadía y el atrevimiento de estrecharle la mano, y desearle feliz Navidad.
Pero no se preocupe mi general, a pesar de todo, y como buen militar ¡seguiré estando a sus órdenes, y orgulloso de haber compartido, una importante etapa de mi vida con usted!
¡Feliz Navidad, y un dichoso 2010 mi general!

Subteniente de Artillería
Antonio Lozano Herrera









Imágenes de Cascos Azules de la Agrupación Córdoba,
patrullando por la ciudad de Mostar (Bosnia 1994)

Esta foto la he colocado porque me gusta.
Fuego y música, guerra y paz.