Tenía tan mala memoria que se olvidó de que tenía mala memoria, y se acordó de todo.
(Ramón Gómez de la Serna)
viernes, 3 de julio de 2009
INTERROGANTES Y PREGUNTAS SOBRE CONCESION DE MEDALLAS MILITARES


Recuerdo aquellas inmensas placas de mármol en el túnel de entrada del 14. En ellas se podían leer el empleo, nombre, y fecha de fallecimiento en acto de servicio, de cuantos integrantes de nuestro Regimiento, perdieron la vida en aquella guerra. ¡Cuántas noches de guardias he leído uno a uno esas inscripciones, talladas con precisión.
Había cosas que me llamaban la atención, pero eran nimias, como por ejemplo que los allí recordados, ostentaban el “Don”, desde el empleo de comandante hasta el de ajustador, que tenía consideración de suboficial. A continuación, a los cabos, artilleros 1º, y artilleros 2º, se les negaba dicho tratamiento.
También observé, que los fallecidos iban relacionados por empleos militares, comenzando por el de comandante y dentro de cada empleo el orden era por fecha de sus heroicas muertes, pero esta forma de proceder, duraba hasta el último suboficial. A partir de entonces, aparecían los cabos y demás artilleros, pero curiosamente estos no se ajustaban a un orden cronológico de fallecimiento, sino a un orden alfabético, es decir, primero los que su nombre empezaban por “A”, aunque muriese en el 39, después los que empezaban por "B", aunque muriese en el 36, y así sucesivamente, sin molestarse en ordenarlos por las fechas, en que según se afirmaba ofrecieron sus vidas por la Patria, como si habían hecho con los oficiales y suboficiales.
Muchos estarán pensando, ¡este Lozano es un polemista! ¡No! ¡Este Lozano es una persona, que se ha vuelto un pelín suspicaz!.
Es más, ahora que me he leído y releído todas las vicisitudes de aquellas batallas y gestas realizadas por las unidades de nuestro Regimiento, me imagino que como igual que en todos, a la hora de la concesión de importantes condecoraciones, el criterio es muy extraño.
Me explico: En el apartado “Muertes en Campaña y Medallas Militares”, aparece aquellos que fueron premiados con la “Medalla Militar” y la orden de concesión de la misma, y empezando por el Capitán D. Vicente Pérez de Sevilla y Ayala (13-10-36), Teniente D. Ramón Valle Colmenares (05-04-37), Alférez de Complemento D. Manuel Lizaur y Pablo (04-05-37), Capitán D. Luis Alarcón de la Lastra (25-05-37), Comandante D. Ricardo Arjona Brieva (17-12-38), Capitán D. Joaquín Cárdenas Llavanera (14-08-39), Capitán D. Fernando Barón y Mora Figueroa (30-03-41), y Alférez D. Luis Finat Escriva de Romani, reiterando mi admiración por los mencionados, y su heroico proceder para tan digna condecoración, tengo que preguntar a quien me pueda contestar, y ojalá alguien me saque de la duda ¿Por qué no aparece ningún suboficial ni tropa entre los merecedores a tan noble distinción? De todos aquellos que componen la larga lista de suboficiales y tropa fallecida, ¿ninguno hizo méritos para obtener igual importante galardón, como el recibido por los oficiales mencionados?
Mi pregunta es, simplemente para rendirle el homenaje que se merece, si hubo algún Brigada, Sargento, Cabo o Soldado condecorado con la Medalla Militar individual. Teniendo en cuenta que los oficiales fallecidos fueron veinte, y los suboficiales y tropa superaban la cifra de 140 ¿Cuántas Medallas Militares individuales, recibieron estos últimos?
Según lo leído esta Medalla es concedida a todos los integrantes del Ejército, desde soldado a general, y sirve de recompensa ejemplar e inmediata de los hechos y servicios muy notorios y distinguidos, realizados frente al enemigo. ¡Solo fueron valientes los oficiales!
Sé que habrá quien me asegurará, que obtuvieron varias Medallas Colectivas, y que en ellas van incluidos dichos suboficiales y artilleros, como también una Laureada Colectiva.
A esos le diré, que en mi Hoja de Servicios, aparece la “Medalla de Oro de Andalucía”, y la “Medalla de Oro de la Ciudad de Córdoba”, ¡qué bien suena verdad! ¡pero ambas colectivas!, y tan nobles, dignos, ilustres, y honorables títulos, no me abren las puertas del despacho del Presidente Andaluz, ni del Alcalde de Córdoba, es más, no se sirven ni para que se me permita tomarme el dichoso cafelito en el Casino Militar.
Que nadie busque en mi texto raras interpretaciones, ni fantasmas donde no los hay, solo la admiración y el respeto hacia aquellos que fueron condecorados por su heroico valor, y el deseo de este viejo y olvidado suboficial, por intentar homenajear a aquellos postergados artilleros, que también vivieron con honor y murieron con valor.
Antonio Lozano Herrera
Subteniente de Artillería
FOTOS ENVIADAS POR D. MANUEL VILLENA VILLAR, DE HORNACHOS



Don Manuel Villena Villar de la población de Hornachos, me ha pedido información sobre la Operación "Hornachos-73" para un interesante trabajo sobre la historia del pueblo que está realizando. Yo le he enviado todo aquello que he podido recopilar de viejos libros militares, y el como agradecimiento, ha tenido la gentileza de enviarme estas tres inéditas fotografía de aquellas importantes maniobras.
¡GRACIAS MANUEL!
APUNTES Y FECHAS IMPORTANTES
105/30 75/27 65/17
Al término de la Guerra Civil, en 1939, el que había sido Tercero Ligero, pasaría a denominarse Regimiento de Artillería Divisionaria número 14, quedando constituido por la Plana Mayor, una Batería de Destino, y otra de Depósito, junto con tres Grupos de Armas, con materiales del 105/30 para el primero, del 75/27 para el segundo, asignándose al tercero el pequeño pero eficiente 65/17.
LA BOLA AMARILLA Y EL BICHO PELUDO

El dormitorio del suboficial, era de uso conjunto para la 4ª y 5ª Bía. Existían dos camas en el, una para cada sargento de servicio, pero como en aquella ocasión el servicio de sargento de semana de la 4ª Bía lo realizaba un Cabo 1º, y este tenía su propio dormitorio, quedaba una cama libre.
Cuando entró en la Batería, el imaginaria se cuadró y dio novedades al sargento. Este le dio las buenas noches, y abrió la puerta de su dormitorio dispuesto a dormir, con el convencimiento de que se lo encontraría vacio.
Lo primero que vio fue un impresionante bicho peludo sobre la mesita de noche, echó mano de su pistola reglamentaria, con la intención de defenderse si fuese atacado por este. Echó un vistazo y comprobó horrorizado, como sobre la almohada de la cama que se supone debería estar vacía, asomaba una extraña bola de un tono amarillento. El sargento dio un respingo y salió corriendo.
¡Imaginaria!, ¡imaginaria! gritaba, buscando ayuda.
A la orden mi sargento, ¿Qué le ocurre?
Coge el machete y acompáñame, un bicho raro ha entrado en mi habitación.
Los dos entraron en el dormitorio, el sargento con su pistola de 9 milímetro largo, de la época (aun no había parabelum), y el imaginaria empuñando el machete.
Cuando volvieron a ver la escena, el sargento miró al imaginaria buscando una explicación al peludo bichejo de la mesita de noche, y a la bola amarillenta sobre la almohada. En aquel momento se escuchó una voz que decía: ¡Cojones, queréis apagar la dichosa luz y dejarme dormir, que acabo de llegar de Córdoba y estoy cansado! Esa voz era conocida por el sargento Lozano, pero ¿de dónde salía?
El imaginaria, al momento reaccionó y dijo: Perdone mi sargento, pero olvidé decirle cuando usted llegó, que el sargento Cabello se encontraba en la habitación.
Sí, pero ¿Dónde está?. Fue cuando la bola de la almohada se volvió y con los ojos semi-cerrados contestó con un cabreo impresionante: ¡aquí, estoy aquí ¡, !o es que estáis ciegos¡
Efectivamente era él, aquella bola gigante y amarilla era su cabeza, y el bicho asqueroso al que estuve a punto de disparar era su peluca. ¡Todo tenía su explicación!, pero el susto aun lo lleva en su cuerpo el sargento Lozano después de 30 años.
Resulta que el sargento Cabello, se disponía a casarse en breves fechas, y por motivos de la tensión y nervios provocados por la inminente boda, sufrió un proceso de caída de pelo, hasta tal punto que se le cayó totalmente. Como no quería darse de baja, ni posponer el enlace, se compró una peluca (de las de entonces), y por las noches para dormir la dejaba junto a la cama, a la vez que antes de acostarse, se embadurnaba la cabeza con una especie de producto amarillento, que le ayudaba a que el pelo volviese a crecer, más rápido y fuerte.
El sargento Lozano se dirigió entonces al Imaginaria, no quería al día siguiente ser la comidilla y el cachondeo del RACA 14 ¡como digas a alguien lo que ha pasado te corto lo “guevos”! ¡Entendido! Sí mi sargento. Y vaya si lo entendió, nunca se supo nada de aquel incidente.
Lozano no pegó ojo en toda la noche, y cuando se levantó mucho antes que Cabello, pues estaba de servicio, lo hizo con la luz apagada para no verle. Más tarde cuando lo vio en instrucción, solo acertó a decirle: Tiene guasa, ¡llamarte Cabello y estar calvo! El se lo tomó a broma, era buen chaval.
Afortunadamente se casó con el peluquín (bueno con el peluquín no, con su novia), y el pelo le volvió a crecer con mayor fuerza si cabe, pero aquella anécdota, no se me olvidará querido amigo Rafael Cabello García, y desde aquí te mando un abrazo allá donde te encuentres, esperando que la vida te haya sonreído.
(En otra ocasión, contaré el día que te llevaste un poste de teléfonos con tu pieza ATP M-44, cuando volvíamos de las Canteras). ¡Pero como digo, esa es otra historia!
Subteniente de Artillería
Antonio Lozano Herrera